Gestionar la frustración de los hijos : ¿Misión imposible? En absoluto.
Como ya habréis intuido, me encanta el verano, entre otras cosas por el increíble abanico de posibilidades para querer y educar que se nos abre. Enseñarles el valor de la amistad sólo se puede hacer sobre el terreno. Alguien muy sabio dice que «quien tiene un amigo tiene un tesoro», y esto es absolutamente verdad.
En el taller de «Introducción al Management del Hogar» que hicimos en mayo, una de las cuestiones que os preocupaban era la gestión de la frustración de nuestros hijos.
No dejéis pasar estas aparentemente pequeñas oportunidades que nos brinda la vida cotidiana para enseñar a nuestros hijos a hacerlo.
Resulta que nuestra casa, en realidad todo el año pero sobre todo en verano, se nos llena de gente. Amigos de los niños que vienen a pasar la tarde, a jugar, a merendar, y a veces, muchas veces, se quedan a dormir. Chica, a mí me encanta, y eso de que «donde comen 13 comen 14» es una leyenda urbana, no, no da lo mismo. Pero vale la pena y a mi me rechifla que quieran venir.
Aunque en realidad lo que más me alucina es que quieran volver .
El caso es, que reconozco que aquí el que no corre, vuela, y sólo por el número de niños, cualquier juego es genial, incluso la cosa más ordinaria se convierte en extraordinaria.
Gestionar la frustración de los hijos
Pero ocurre que a veces, algún crío ha venido emocionado a casa y de pronto, le ha entrado morriña y ha querido volverse a la suya. Claro, esto es un poco decepcionante para mis hijos que con tanto cariño lo preparan todo para que su amigo esté a gusto, pero precisamente ahora es cuando no hay que dejar pasar la oportunidad.
No, no voy a intentar convencerlo para que se quede. Tampoco es mi hijo así, que no, no es cosa mía educarle y dirigir esa morriña. A mí, a nosotros, lo que nos toca es quererle como es, y que se sienta querido así.
Todos somos diferentes, y son precisamente esas diferencias las que nos hacen especiales. La verdad es que no me gusta nada la palabra «tolerancia», me gusta la palabra «RESPETO». Porque «tolerar» al otro, implica que tu forma de pensar está por encima de la suya, y por eso le toleras. Pero RESPETAR significa que lo mío no es mejor que lo tuyo, simplemente es diferente. Por cierto, el RESPETO, también se enseña sobre el terreno.
Porque todos tenemos teclas, y no pasa nada.
Yo les decía a mis hijos que si su amigo no se sentía libre para ser él y poder irse, no querría volver.
Hospitalidad es acoger en la propia vida, y también dejar marchar.
Cuando tú acoges a alguien en tu vida, cuando le dejas entrar, eso se llama hospitalidad. La hospitalidad implica no imponerse al otro, darle lo que te vaya pidiendo y no invadir su intimidad, su espacio. El invitado evidentemente se acopla a la casa, por ejemplo, a nivel de horarios o incluso colaborará en el reparto de los encargos ayudando a su amigo. Esto también contribuye a que se sienta como en su casa.
Por eso no voy a intentar convencerlo para que no se vaya, le diré que puede volver cuando quiera y que por supuesto que no pasa nada, aunque mis hijos se hayan quedado un poco fastidiados. Así, aprenden a gestionar la frustración, por ejemplo. Y aprenden también a querer a su amigo y a no juzgarlo porque para eso son amigos.
¿Qué ha pasado? pues que el crío se ha ido a su casa sí, pero volverá y sabe que en casa de los Sánchez-Tarazaga puede descansar, que no tiene que dar la talla en absoluto, y lo que a nosotros nos toca, es no dejar que digan nada malo de su amigo, enseñarles a ponerse en sus zapatos, porque a este niño le gustaría poder gestionar también esa situación, está incómodo, le gustaría poder quedarse, pero no puede. En ese momento, por lo que sea, es algo que se le apodera. Porque querer no es poder. No todo depende siempre de nosotros.
Lo que hicimos fue poner delante de nuestros hijos situaciones en las que ellos se han visto con debilidades, debilidades que poco a poco han ido superando, pero que han necesitado tiempo. «¿Te acuerdas cuando te daba mucho miedo dormir con la luz apagada? ¿a que no pasa nada por tener miedo? y ¿a que ahora ya no?»
Porque sentirnos queridos como somos es fundamental para que se de el cambio, si es que se tiene que dar.
No exigido, sino querido.
Tampoco nos toca a nosotros juzgar a sus padres, porque no sabemos nada. No sabemos las batallas educativas que están librando, y es muy fácil hacer las cuentas ajenas. No. Cada padre sabe lo que se cuece en su casa, y cada familia es diferente. Por eso también es importante que los papás de este niño se sientan queridos porque no los juzgamos.¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie? (Ojo, juzgar a una persona no es lo mismo que juzgar los actos)
Así, que sí, mis hijos tienen amigos para siempre, y su amigo, volverá cuando quiera, y sus padres, estarán tranquilos.
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