Cocinar para muchos perdonadme, eso lo puede hacer cualquiera. Pero cocinar para muchos con amor, es un arte, y si encima los comensales se sienten queridos, el cocinero es un artista. Yo quiero ser de esos.

Además, hay un matiz y es que dar de comer a muchos pero que sabes cuántos son esos muchos, pase, pero cuando te aparecen en casa 3 ó 4 amigos de tus hijos así porque sí cuando ya tienes la comida preparada es de infarto.

Creo que eso de que donde comen 8 comen 9 es una trola. Además, no paro de leer que una forma de ahorrar en la cesta de la compra es planificar los menús para así organizarte mejor. ¿Y qué menú quieren que yo planifique cuando mi vida es una tómbola tom tom tómbola?

Así que, después de debatirme entre ahorrar, planificar o llevar las riendas de mi despensa y dejar que mi cocina fuera un laboratorio de amor donde en medio del caos culinario, lo que yo sí que podía controlar es la voluntad de quererte, chica, me quedo con lo segundo. Y es que hace ya tiempo que comprendí que si me cabían en el corazón, me cabían en todo lo demás (dinero, salud, tiempo….). Por eso mi Jorge y yo tenemos 11 hijos y tres más en el cielo.

cocina laboratorio de amor.png 2 300x300 - 10 Trucos para cocinar para muchos. Donde comen 13, comemos todos.

Generosidad es Hospitalidad: «Te estaba esperando», «qué bueno que viniste»,»Te echábamos de menos», «gracias por venir»,»vuelve cuando quieras».

Hospitalidad también es dejar marchar, no atiborrar, no agobiar a preguntas.

Algunos trucos para hacerlo fácil:

  1. Ten platos desechables. De acuerdo que no es lo más bonito, pero a veces lo óptimo es enemigo de lo bueno. El sábado tuvimos 5 extras a mediodía, o sea, si no me fallan las cuentas, éramos 18. Saqué platos de plástico, y cuando acabamos de comer, a la basura. Así tampoco es un horror para el que le toca recoger la mesa, porque si no, no quieren que haya invitados y eso como se puede evitar, pues se evita.
  2. Cuando estamos en situación de alerta máxima, pongo mantel de usar y tirar. Pero la verdad, tengo un rollo de novotex que compré en Makro. Es esa tela que no es tela pero que lo parece y se tira después de usar. El mantel de papel papel sí que me dá no sé qué ponérselo a los chicos.
  3. Los huevos fritos son un recurso maravilloso para hacer más grande la comida. No te preocupes si no le pega. A ellos les da igual. Sólo quieren comer. Tú pon cara de que eso es lo normal y ya está. Quizá piensen que qué comida más rara, pero en cuanto te miren y te vean tan normal pasarán página y se lo comerán todo.
  4. El arroz blanco precocido y congelado también puede sacarte de algún apuro.
  5. Ensalada de bolsa, no te compliques.
  6. ¿De postre? fruta. Las latas de melocotón en almíbar son maravillosas y cunden cantidad. Con una bola de helado de vainilla ya ni te cuento. Y para metérmelos en el bolsillo, una tableta de chocolate a trocitos.
  7. El bocata de longanizas, fabuloso. Parece que darles bocata suena mal. ¡Qué va! triunfas seguro.
  8. Si no cabemos en la mesa, pongo en el recibidor que linda con la puerta de la cocina una mini mesa de esas de maleta donde bien apretaditos caben 6. Puedes poner ahí a los pequeños porque así puedes hablar con los mayores. Recuerda que esto es la solución menos mala, no la perfecta.
  9. Los invitados recogen la mesa, ponen el lavavajillas, bajan la basura….con el hijo que les ha invitado. Si los invitados son pocos les ayuda el titular del turno (Los días de la semana se reparten entre todos).
  10. Por último, lo más importante: No tiene que ser perfecto. Sólo acógelos con naturalidad. Querrán volver, y a los niños les encanta poder traer a sus amigos a casa. Piensa que es más importante que se sientan queridos que el que la comida sea de restaurante con no sé cuántas estrellas Michelín.

 

Lo normal es que cuando haces la comida, calcules las cantidades en función de las bocas, para que no sobre ni falte. Pero es una locura cocinar pensando que te van a venir 200 de repente porque a veces no vienen y que sobre mucho es un rollo también ya que al final estamos comiendo lo mismo una semana, y eso que yo soy de esa generación que comía el lunes lentejas, el martes lentejas, y el miércoles, puré de lentejas, que mi madre es fabulosa pero calculaba fatal y las lentejas oye, no sabes cómo le crecían en la olla.

La cocina es un laboratorio de amor donde cocinar para muchos puede ser en querer a muchos, y curar a muchos.

El otro nunca debe pensar que nos viene mal que se quede a comer o a cenar. Lo que sea se lo dices (o no y te lo callas) a tu hijo a solas y en secreto. Pero su amigo se ha de sentir como en su casa. Piensa que tiene muchas ventajas en realidad porque como están a gusto, se relajan y la mesa es un lugar ideal para que se suscite una conversación que quizá no tendría lugar de otra manera. Ver cómo respiran los amigos de tus hijos es una oportunidad nada desdeñable porque los conoces y ellos te conocen a ti. Se da un clima de intimidad que favorece la conversación. A lo mejor al principio, si son adolescentes, puede que no hablen mucho (o sí) pero luego, cuando van madurando si siguen yendo a tu casa, a lo mejor incluso te hacen confidencias que en un momento dado te permitan ayudarles a ellos o a tus hijos.

Es más difícil que estos muchachos hagan algo que saben que a ti no te parece bien si les quieres que si no les quieres. Eso ellos lo saben. Porque has fomentado que se formen unos vínculos afectivos.

Que tu casa sea un puerto seguro donde volver, un puerto verdadero.

Poner la mesa bonita. En esto insistiré siempre, porque es fácil caer en las redes de la prisa y hacer las cosas de cualquier manera. Poner una mesa bonita no es otra cosa que mantel limpio y planchado, vasos iguales y platos idem, por ejemplo.

Mandarles algún encargo hace que se sientan uno más de la familia: Que pongan la mesa, la recojan, preparen la ensalada, bajen la basura….muchas de esas cosas a veces no las hacen en sus casas y les va muy bien hacerlas en la tuya. Los padres de las criaturas están muy tranquilos y encantados. Además, cuando ayudan en casa ajena te da la sensación de que son menos carga para la casa que acoge.

Y es que la generosidad se enseña viviéndola, no dando lecciones, por eso la verdad es que mis hijos me hacen un favor trayendo a sus amigos, porque así mis otros hijos aprenden haciendo yo muy poquito.

 

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